jueves, 6 de enero de 2011

El arte de dar

Antes de despedirnos del 2010, mi esposo y yo decidimos limpiar la casa y quedarnos con lo necesario y en ese trajín recolectamos ropa y juguetes para luego regaralos a quien pueda hacer uso de ellos. La cosa fue que recogimos en el moisés del hermano mayor ropita de nuestros hijos, pañales, toallas y unos muñequitos para adornar la cesta. Decidimos en conjunto llevarla al Hospital Uyapar a maternidad y entregarsela a las enfermeras para que la distribuyeran entre las nuevas madres...Y asi fué. Debo confesar que esta sería mi primera donación a un total desconocido y de verdad tenía muchas espectativas al respecto.
Bueno el día de la donación, Carlos y yo fuimos al hospital. Habían unas enfermeras afuera y les preguntamos en cuál piso quedaba la maternidad, las mujeres con un rostro totalmente inexpresivo nos dijeron: "3° piso" y nosotros bueno con la cestica en las manos les dijimos a las mujeres: "es que queremos hacer una donación" y nos metimos al hospital. En eso una de las enfermeras se para corriendo y nos dice: "Allá arriba hay una muchacha que no trajo nada, ni pañales y está sola, nadie ha venido con ella, se lo podemos dar a ella" y subió con nosotros...
En el trayecto al piso tres Carlos iba acomodando los coroticos en la cestita y al llegar al puesto de las enfermeras otra vez echamos el cuento de la donación, es que estábamos buscando una orientación pues desconocíamos el proceso (al final nos dimos cuenta que no hay tal proceso) y la respuesta seca e inexpresiva fue: "se la puedes dar a quien tu quieras aquí a todas les falta".
Finalmente seguimos a la enfermera que nos acompañó a una habitación, habían dos camas ocupadas con dos madres sin representación masculina o humana siquiera. Una tenía a su bebé varoncito y no sabía aún que nombre le iba a poner y la otra que había tenido una hembrita supo decirle a la enfermera que su mamá no estaba con ella, porque ella (su mamá) no se iba a mover desde tan lejos para estar acompañarla. Dios cuantas cosas pasaron por mi cabeza compasión, agradecimiento aprendizaje...Allí distribuimos la canastilla entre las dos, las mujeres nos dieron las gracias, las felicitamos por sus muchachitos y nos fuimos.
Aprendí que dar es algo hermoso, pero las situaciones y reacciones de la gente necesitada son duras de digerir, hay que tener un corazón fuerte y dar sin esperar siquiera un ápice de agradecimiento, algunas personas han pasado y vivido tantas cosas que su rostro se va tornando inexpresivo y sus gestos se van endureciendo como rocas. Supongo que allí radica el acto de bondad en si, en dar sin esperar nada a cambio sólo sentir en tu alma esa paz que te regala el hecho de haber ayudado a alguien y devolverle un poquito de esperanza y credibilidad hacia la humanidad. En eso la madre Teresa de Calcuta tenía un máster...

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